Los productos considerados básicos se han encarecido de forma espectacular en lo que llevamos de año y se han convertido en inasequibles para muchas familias.
Adoptar una serie de medidas en el momento de hacer la compra puede suponer un ahorro importante, hasta un 30% y un 40% en cada visita al supermercado.
En el momento de llenar la cesta de la compra, hay que olvidarse de los caprichos. Por lo tanto, la primera norma es comprar lo justo e imprescindible.
Otra buena medida para controlar el gasto es; efectuar el pago en efectivo nada de tarjetas de crédito. Cuando abonamos el importe directamente con dinero somos más conscientes de la cantidad que estamos pagando.
Las tarjetas de crédito son el peor aliado para ahorrar, no somos conscientes del gasto real que supone usar el dinero de plástico.
Abstenerse de hacer la compra con apetito o cuando atravesemos momentos depresivos o eufóricos. Según han detectado los expertos, en cualquiera de esos estados aumenta la tendencia a comprar de forma compulsiva.
Ahora vamos al supermercado. Tenemos que tener muy claro que productos necesitamos y el presupuesto asignado para su adquisición. La lista de la compra es nuestra mejor aliada para el ahorro., hay que seguir sus órdenes al pie de la letra sin romper las reglas. Primero se calcula que comprar, de este modo podemos ahorrar cerca de un 20% de la factura final.
Comprar productos frescos de temporada en lugar de otros ya preparados, precocinados o procesados. Los productos de temporada son la mejor opción posible, pues son los que gozan de un precio más asequible. Son, sin duda, los más baratos.
Las marcas blancas supone un ahorro aproximado de un 30% a un 40%, una cantidad considerable para la economía domestica.
Un consejo importante; no dejarnos deslumbrar por la publicidad. Acudir buscando la oferta de un folleto publicitario, puede acabar con un carro lleno de productos a un precio superior al de nuestro supermercado habitual.
Es necesario analizar los precios de cada establecimiento y comparar con nuestra lista de la compra habitual. Además acudir a un gran centro comercial, que normalmente exige ir en coche, puede suponer más gasto -por la gasolina- que si se acude al súper de la esquina, lo que ahorramos en la tienda lo gastamos en carburante.
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