Para creer tenemos que confiar en algo o en alguien. En política debemos creer en las personas y a ellas se les pide integridad y valores.
Cuando los políticos tienen la sartén por el mango pueden legislar a su favor, manejan el control en la dirección más favorable para sus intereses particulares, véase el caso del primer ministro italiano Berlusconi.
El poder concede inmunidad y abre las puertas a la corrupción de la que pueden beneficiarse y se benefician, con aparente frecuencia. Los imputados se deleitan de cómo la ciudadanía premia sus presunciones y el resto nos preguntamos donde dejamos aparcada la lección de aquel curso que nos hablaba del sentido común.
Los grandes empresarios deben cumplir mal que bien con una legislación más o menos estricta, algunos políticos metidos en empresas privadas conocen perfectamente las reglas del juego.
Pienso en autónomos pequeñas y medianas empresas intentando salir a flote de las dificultades, peleando con financieras y recaudadores de impuestos para mantener sus negocios abiertos, mientras otros se deleitan sentados en su sillón de cómo se aferran a ´kit´de supervivencia los desfavorecidos.
Nada… absolutamente… nada motiva para pensar que las cosas van a cambiar por mucho tiempo, por eso la próxima vez que pidan nuestro voto de confianza retrocedan en el tiempo y repasen su diario de campaña, encontraran las respuestas a muchas de las dudas que no saben responder sus asesores.
Se genera confianza cuando la información es continuada, fiable y sencilla de entender y tiene como finalidad su cumplimiento.
Disfruten de sus victorias (siempre tienen algo que celebrar) sean del color que sean porque esto no lo cambiara la política sino las personas.
ABC, 4 junio 2009: “La mitad de los españoles no confían en los mecanismos para atajar la corrupción“.
La Vanguardia, 4 junio 2009. “Los españoles creen que partidos y empresas son los más corruptos”.
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